viernes, 24 de enero de 2014

Temor, justicia, odio

Temor, Justicia, Odio.


Corro hacia la plaza del pueblo, ¡Han acusado a mi madre de brujería y la van a quemar en la hoguera! Llego hasta la plaza y ahí está mi madre, atada a un palo y rodeada de llamas, me grita, y entre las aclamaciones de la gente oigo.-Aaron, recoge a tu hermano y vete, ¡Huye a América!-. Hago caso omiso, mantengo en  mi cabeza su última voluntad y llego a casa, donde está mi hermano de menos de un año. Lo cojo en brazos y me voy corriendo hasta el puerto. Una vez ahí busco un barco con destino a América y veo uno, en el que meten unas cajas, oigo que dicen algo de América y en ese momento corro (Lo máximo que me permiten mis piernas de 13 años)  y sin que nadie se dé cuenta, me meto en la bodega del barco y me escondo con Taylor entre las cajas. Al cabo de un rato zarpamos y me preparo para el largo viaje que nos espera.

Llevamos navegando seis  meses, mi hermano y yo nos hemos alimentado de la comida que hay en la bodega y nos hemos calentado con unas telas que había en las cajas junto con otros objetos que tenían pinta de arma, como la que tenía mi madre que decía que perteneció a mi difunto padre, mi padre… aquel valeroso hombre que dio su vida por Inglaterra y ella misma se encargó de quitársela a mi madre, una preciosa mujer de familia pobre pero honesta, de creyentes puritanos, que solo quería hacerse un hueco en la sociedad,  y a la que la vida solo le ha traído más que muerte, enfermedad y miedo, todo por culpa de Inglaterra y su “perfecta” sociedad. Mi hermano ya tiene un año y está en un barco obligado a vivir escondido, y con solo un niño, indefenso, como familia, solo rezo porque en América tengamos las oportunidades que tanto decía el Pastor todos los domingos que tendríamos. De repente oigo gritos y me doy cuenta de que hemos parado, me quedo asombrado y doy saltos de alegría le grito a mi hermano que hemos llegado y me sonríe, salgo para ver como es este nuevo mundo, pero cuando salgo me decepciono, no es ni la mitad de cómo habían dicho que sería, es un puerto de madera en una playa y a lo lejos se ve a una fila de monos, un tanto extraños, de un color marrón, casi negro, y sin pelo. Parecen estar escoltados por otro que va armado. Los tripulantes del barco empiezan a sacar las cajas de la bodega y uno de ellos dice.-África es tan extraña como todo me habíais dicho-. Me sorprendo sobremanera,  había oído hablar de África a algún Gentleman, cuando mendigaba en la calle, pero no me esperaba esto. Veo que cambian las cajas, con ese extraño ser armado, y que a cambio, este les entrega los personajes que en un principio parecían monos pero que ahora veía que eran hombres, un poco extraños y muy morenos, demasiado, seguramente han trabajado mucho en el campo, por lo que decido llamarles “Trabajadores”. Bajo con Taylor a la bodega, ya vacía, excepto por las telas que habíamos usado para taparnos, que se habían quedado en el suelo. Me arrodillo a recogerlas y oigo que alguien entra, ¡Son los “Trabajadores”! Hay muchos de ellos, pero cabemos todos. Oigo que cierran la puerta y ahí estamos, mi hermano y yo, rodeados de un grupo de “Trabajadores”, con aspecto tosco y descuidado, caras extrañas y un tacto y olor extraño en la piel y altos, excesivamente altos. Los miro a la cara y son casi todos iguales, entonces, veo que uno se nos acerca, se agacha y nos mira, hace una mueca de sonrisa, se da dos golpes en el pecho y pronuncia.-Tarek-. Comprendo en seguida que ese es su nombre y decido imitarle diciendo tras de ese gesto mi nombre y haciéndoselo a mi hermano igual, sonrío y me alegro, puesto que ahora tengo un amigo, volvemos a zarpar y esta vez, sin duda alguna, pienso que estamos en el barco correcto que nos llevará a América.

Es difícil contar los días, sobre todo si es a base de palos y rayas en la pared, calculo que llevaremos ya dos años desde que partimos de Inglaterra y mi hermano ya habla, tanto inglés como el idioma de los “trabajadores”, del cual yo también se decir algunas palabras. Nos hemos alimentado de comida que nos bajaban los propietarios del barco, y, aunque éramos muchos entre los que repartir la comida, no me podía quejar. Miro a Tarek, que se ha portado como un padre para nosotros. Está nervioso, aunque yo también, al fin y al cabo, no todos los días se llega a América ¿No? Por fin, abren la puerta y todos salimos. Esto si se parece a la tierra que nos habían dicho. En ese momento, nos obligan a andar y todos empezamos a caminar, durante muchos, muchos días, hasta que llegamos a una gran extensión de tierra, con toda la pinta de ser de cultivo, veo más “Trabajadores y se lo que el futuro me aguarda…
Han pasado ya dos meses desde que llegamos a América, Taylor y yo vivimos felices, con completa libertad y ningún americano parece haberse dado cuenta de nuestra presencia, pero a Tarek…le obligan a trabajar, día y noche en los campos y si incumple le dan con unos látigos de cuero, me siento furioso y pienso que eso lo ha provocado Inglaterra. Decido ir a visitar a Tarek con mi hermano. Estoy andando por la inmensidad de estos campos, a los que los americanos llamaban plantaciones y por fin veo a Tarek, estoy a punto de ir corriendo hasta él, cuando noto unas manos en la espalda, me giro y grito, ¡es un americano! Temo porque me dé con la correa, pero en vez de eso, se agacha y nos hace miles de preguntas como.- ¿Cómo os llamáis? ¿Qué hacéis aquí?-. Termina diciendo que vayamos con él, a lo cual acepto, renunciando a mi antigua vida y aceptando la que este hombre me ofrecía.

Miro al señor Oldfield y me acuerdo en el día que nos sacó de la vida en los campos, hace por lo menos 20 años, ya es muy anciano. Me acuerdo de todo lo que me ha enseñado, como  luchar por nuestra libertad e igualdad y decir que también somos personas, que no pertenecemos a nada ni a nadie y que si todos pensamos así, tenemos un gran poder, al que se suman las ayudas que nos dan las coronas de España y Francia y los otros 12 estados que se enfrentaron en batalla. También pienso la vida que me ha brindado, a mí y a mi hermano, el señor Oldfield, todo lo que hemos hecho y la cantidad de aventuras que hemos vivido y los amigos que hemos hecho, pienso en mis compañeros de fechorías del “Tea Party” y en la cara de los ingleses cuando abordábamos sus barcos para robar su té. Sigo recordando y me llega a la mente las innumerables batallas, ganadas por nuestro ejército contra los ingleses y solo puedo ser feliz, de haber  llegado a vivir en este año 1783
Cambio de dirección mi mirada y veo a Tarek, un hombre libre, que pese a ser negro, había conseguido llegar a ser un gran hombre.

El pueblo está aclamando. Finalmente tras un gran discurso, tras todas esas batallas, tras todo lo que me ha pasado desde el asesinato de mi madre por Inglaterra, y mi posterior huida, puedo, es más, debo decir que soy estadounidense, que no tendré que volver a pertenecer a nadie y que tengo en mis propias manos mi futuro, económico, político y social, y por fin, puedo, tras tan enorme lucha, decir que soy MIEMBRO DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.

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