Temor, Justicia, Odio.
Corro hacia la
plaza del pueblo, ¡Han acusado a mi madre de brujería y la van a quemar en la
hoguera! Llego hasta la plaza y ahí está mi madre, atada a un palo y rodeada de
llamas, me grita, y entre las aclamaciones de la gente oigo.-Aaron, recoge a tu hermano y vete, ¡Huye a
América!-. Hago caso omiso, mantengo en
mi cabeza su última voluntad y llego a casa, donde está mi hermano de
menos de un año. Lo cojo en brazos y me voy corriendo hasta el puerto. Una vez
ahí busco un barco con destino a América y veo uno, en el que meten unas cajas,
oigo que dicen algo de América y en ese momento corro (Lo máximo que me
permiten mis piernas de 13 años) y sin
que nadie se dé cuenta, me meto en la bodega del barco y me escondo con Taylor
entre las cajas. Al cabo de un rato zarpamos y me preparo para el largo viaje
que nos espera.
Llevamos
navegando seis meses, mi hermano y yo
nos hemos alimentado de la comida que hay en la bodega y nos hemos calentado
con unas telas que había en las cajas junto con otros objetos que tenían pinta
de arma, como la que tenía mi madre que decía que perteneció a mi difunto
padre, mi padre… aquel valeroso hombre que dio su vida por Inglaterra y ella
misma se encargó de quitársela a mi madre, una preciosa mujer de familia pobre
pero honesta, de creyentes puritanos, que solo quería hacerse un hueco en la
sociedad, y a la que la vida solo le ha
traído más que muerte, enfermedad y miedo, todo por culpa de Inglaterra y su
“perfecta” sociedad. Mi hermano ya tiene un año y está en un barco obligado a
vivir escondido, y con solo un niño, indefenso, como familia, solo rezo porque
en América tengamos las oportunidades que tanto decía el Pastor todos los
domingos que tendríamos. De repente oigo gritos y me doy cuenta de que hemos
parado, me quedo asombrado y doy saltos de alegría le grito a mi hermano que
hemos llegado y me sonríe, salgo para ver como es este nuevo mundo, pero cuando
salgo me decepciono, no es ni la mitad de cómo habían dicho que sería, es un
puerto de madera en una playa y a lo lejos se ve a una fila de monos, un tanto
extraños, de un color marrón, casi negro, y sin pelo. Parecen estar escoltados
por otro que va armado. Los tripulantes del barco empiezan a sacar las cajas de
la bodega y uno de ellos dice.-África es
tan extraña como todo me habíais dicho-. Me sorprendo sobremanera, había oído hablar de África a algún Gentleman,
cuando mendigaba en la calle, pero no me esperaba esto. Veo que cambian las
cajas, con ese extraño ser armado, y que a cambio, este les entrega los
personajes que en un principio parecían monos pero que ahora veía que eran
hombres, un poco extraños y muy morenos, demasiado, seguramente han trabajado
mucho en el campo, por lo que decido llamarles “Trabajadores”. Bajo con Taylor
a la bodega, ya vacía, excepto por las telas que habíamos usado para taparnos,
que se habían quedado en el suelo. Me arrodillo a recogerlas y oigo que alguien
entra, ¡Son los “Trabajadores”! Hay muchos de ellos, pero cabemos todos. Oigo
que cierran la puerta y ahí estamos, mi hermano y yo, rodeados de un grupo de
“Trabajadores”, con aspecto tosco y descuidado, caras extrañas y un tacto y
olor extraño en la piel y altos, excesivamente altos. Los miro a la cara y son
casi todos iguales, entonces, veo que uno se nos acerca, se agacha y nos mira,
hace una mueca de sonrisa, se da dos golpes en el pecho y pronuncia.-Tarek-. Comprendo en seguida que ese es
su nombre y decido imitarle diciendo tras de ese gesto mi nombre y haciéndoselo
a mi hermano igual, sonrío y me alegro, puesto que ahora tengo un amigo,
volvemos a zarpar y esta vez, sin duda alguna, pienso que estamos en el barco
correcto que nos llevará a América.
Es difícil
contar los días, sobre todo si es a base de palos y rayas en la pared, calculo
que llevaremos ya dos años desde que partimos de Inglaterra y mi hermano ya
habla, tanto inglés como el idioma de los “trabajadores”, del cual yo también
se decir algunas palabras. Nos hemos alimentado de comida que nos bajaban los
propietarios del barco, y, aunque éramos muchos entre los que repartir la
comida, no me podía quejar. Miro a Tarek, que se ha portado como un padre para
nosotros. Está nervioso, aunque yo también, al fin y al cabo, no todos los días
se llega a América ¿No? Por fin, abren la puerta y todos salimos. Esto si se
parece a la tierra que nos habían dicho. En ese momento, nos obligan a andar y
todos empezamos a caminar, durante muchos, muchos días, hasta que llegamos a
una gran extensión de tierra, con toda la pinta de ser de cultivo, veo más
“Trabajadores y se lo que el futuro me aguarda…
Han pasado ya
dos meses desde que llegamos a América, Taylor y yo vivimos felices, con
completa libertad y ningún americano parece haberse dado cuenta de nuestra
presencia, pero a Tarek…le obligan a trabajar, día y noche en los campos y si
incumple le dan con unos látigos de cuero, me siento furioso y pienso que eso
lo ha provocado Inglaterra. Decido ir a visitar a Tarek con mi hermano. Estoy
andando por la inmensidad de estos campos, a los que los americanos llamaban plantaciones y por fin veo a Tarek,
estoy a punto de ir corriendo hasta él, cuando noto unas manos en la espalda,
me giro y grito, ¡es un americano! Temo porque me dé con la correa, pero en vez
de eso, se agacha y nos hace miles de preguntas como.- ¿Cómo os llamáis? ¿Qué hacéis aquí?-. Termina diciendo que vayamos
con él, a lo cual acepto, renunciando a mi antigua vida y aceptando la que este
hombre me ofrecía.
Miro
al señor Oldfield y me acuerdo en el día que nos sacó de la vida en los campos,
hace por lo menos 20 años, ya es muy anciano. Me acuerdo de todo lo que me ha
enseñado, como luchar por nuestra
libertad e igualdad y decir que también somos personas, que no pertenecemos a
nada ni a nadie y que si todos pensamos así, tenemos un gran poder, al que se
suman las ayudas que nos dan las coronas de España y Francia y los otros 12
estados que se enfrentaron en batalla. También pienso la vida que me ha
brindado, a mí y a mi hermano, el señor Oldfield, todo lo que hemos hecho y la
cantidad de aventuras que hemos vivido y los amigos que hemos hecho, pienso en
mis compañeros de fechorías del “Tea Party” y en la cara de los ingleses cuando
abordábamos sus barcos para robar su té. Sigo recordando y me llega a la mente
las innumerables batallas, ganadas por nuestro ejército contra los ingleses y
solo puedo ser feliz, de haber llegado a
vivir en este año 1783
Cambio
de dirección mi mirada y veo a Tarek, un hombre libre, que pese a ser negro,
había conseguido llegar a ser un gran hombre.
El
pueblo está aclamando. Finalmente tras un gran discurso, tras todas esas
batallas, tras todo lo que me ha pasado desde el asesinato de mi madre por
Inglaterra, y mi posterior huida, puedo, es más, debo decir que soy
estadounidense, que no tendré que volver a pertenecer a nadie y que tengo en
mis propias manos mi futuro, económico, político y social, y por fin, puedo,
tras tan enorme lucha, decir que soy MIEMBRO DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.
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