La Tetería Salón de Thé
Una
brisa gélida me helaba la sangre. Un silencio sepulcral reinaba en el ambiente
y una gran oscuridad lo invadía todo. Las calles, frías y tenebrosas, daban la
sensación de estar muertas, y el viento y la lluvia chocaban contra mi
impidiéndome avanzar con rapidez. La luz de las farolas tintineaba debido al
viento, creando sombras terroríficas e inhumanas. Me arrebujé lo más que pude en
el abrigo y aceleré el paso. Tenía que darme prisa, ya no solo porque si no
Miss Monroe se enfadaría conmigo, sino por mi propia seguridad.
Doble la calle rápidamente pensando en mis cosas cuando me choqué con un
guardia que hacía su ronda de noche, que no había visto. Al principio, al no
identificar contra qué o quién había chocado, lo asocié con un ladrón de
malvados planes, debido a mi ferviente imaginación, aunque, también hay que
aclarara, el panorama no ayudaba. Poco a poco me fui tranquilizando al divisar
un gorro (bearskin) negro del cual salían algunas plumas, y una casaca roja.
-
Disculpe señor, no le había visto.
-
Debería regresar a casa, es peligroso andar sola a estas horas de la
noche.
-
Gracias señor, lo tendré en cuenta.
No
era la mejor forma de despachar a una persona, y menos cuando esta estaba
intentando ayudarte, pero tenía que llegar a mi objetivo y se me acababa el
tiempo. Proseguí mi camino, ya solo quedaba cruzar la calle, doblar la esquina
y… La tetería Salón de Thé se alzaba imponente frente a mí. Aunque era ya bien
entrada la noche, sus vivos colores hacían que resaltara e iluminara la calle.
Un enorme cartel descansaba sobre la parte superior del cristal, y en él se
anunciaban rebajas y ofertas de diversos tés. A través del cristal podía verse
enormes anaqueles que llegaban hasta el techo, en los en cada compartimento
había una cajita que contenía cada té. El cartel con el nombre de la tienda, ,
se hallaba decorado con diferentes plantas por las cuales se obtenía té, y
resaltaba por su variedad de colores. Aún así lo que más destacaba de la tienda
es que todas sus luces estaban encendidas, como si todavía no hubiera llegado
la hora de cerrar, pese a la hora que era.
Llamé con el aldabón a la puerta y salió a recibirme Rosemary, la hija
de Miss Monroe.
Al
entrar me sacudí el abrigo mientras una oleada de olores me invadía. Llevaba varios años trabajando en la tienda, y aún
así no era capaz de reconocer cada uno de los olores. Justamente me estaba
centrando en averiguar de dónde provenía un exótico olor cuando…
-
¡Constance! ¿Qué haces ahí parada? Muchacha inútil… ¡cierra la puerta
y ponte a trabajar enseguida!
Al
oír la estridente voz de Miss Monroe, el momento mágico se rompió. Se encontraba
detrás de un armario intentando trasladar una caja casi más grande que ella.
Miss Monroe era una agradable viejecita que, por lo general, solía tener un
carácter tranquilo y deferente, a excepción de cuando alguien hacía un pedido
enorme y poco habitual; entonces se convertía en un general al que era mejor no
llevar la contraria y obedecer sin rechistar, de lo contrario podía meterte en
serio problemas.
-
Lo siento Miss Monroe, pero son las tres de la mañana, ¿qué es eso tan
importante por lo que me ha hecho llamar?
-
Limítate a hacer tu trabajo.
¿Acaso esta mujer estaba loca? ¿Qué era tan
importante como para hacerme ir a las tres de la mañana? Pensé mientras me
quitaba el abrigo y me recogía el cabello.
-
Constance espabila. Necesito que prepares bolsitas del modelo cuatro
de 2 onzas de los siguientes tés:… – Se puso a enumerar casi todos los tés que
había en la tienda - Haz dos bolsitas de cada té, el cliente dice que lo
prefiere así. También añádele dos cajas de pastelitos suizos, otra de
chocolates belgas y unas pastas de
almendra, además de un juego de té del número dos. Mételo todo en una caja
cesta y ponle un lazo negro con su respectiva tarjeta…
-
Pero Miss Monroe, esas son muchísimas bolsitas… No sería mejor hacerlo
mañana…
-
Deja de quejarte y ponte a trabajar. En una hora vendrán a recogerlo.
-
¿En una hora? Pero Miss Monroe eso es imposible… No me va a dar
tiempo…
-
A trabajar ahora miso o estas despedida. Si no hubieras tardado tanto
en venir tendrías más tiempo.
Una hora… No podría acabarlo en ese tiempo.
En preparar el juego de té y los pasteles no tardaría demasiado, pero en hacer
las bolsitas de té… Eso era otra cosa. Además el cliente, no solo había
decidido comprar las bolsitas más caras, sino las más difíciles de preparar.
Cogí la escalera y me puse a trabajar,
aunque me extrañaba el pedido; no había ninguna festividad o evento importante
cerca y no se solía comprar tal cantidad de tés a menos que se llevara a cabo
algunas de estas actividades. Decidí no darle muchas vueltas y empecé a subir
por la escalera para agarrar las bolsitas que, parta mi mala suerte, estaban en
la última repisa de la estantería. Como no había demasiado tiempo para ir
eligiendo las bolsitas, directamente cogí la caja entera y me la bajé, ya que
así me sería mucho más fácil trabajar con estas. Acto seguido cogí todos los
lazos de colores que pude encontrar y me puse a colocarlos cada uno al lado de
su respectiva bolsita. Tenía que hacer muchísimas bolsitas; según el número de
tés que me había dado Miss Monroe, ya que tenía que hacer el doble, tenía que
hacer 40 bolsitas.
Moví la escalera y empecé a recorrer las
diferentes baldas en busca de los tés que me habían encargado. Eran tés muy
diferentes entre sí, por lo que tuve que subir, bajar y mover muchas veces la escalera. Cuando por fin hube
acabado de coger las cajitas con los tés, los fui midiendo en una báscula y
colocando cada uno en una aterciopelada bolsita que cerraba con un lazo. Justo
cuando estaba a punto de terminar recordé las dichosas tarjetitas. Estas
bolsitas eran todas iguales y opacas, por lo tanto a través de ellas no podías
identificar qué tipo de té se trataba. Normalmente no era necesario añadirle
una etiqueta ya que la gente compraba un tipo de té o dos, pero en este caso,
debido a la gran variedad, era necesario añadirle una. Miré el reloj y para mi
desesperación solo faltaban diez minutos para las cuatro. ¡No me daría tiempo!
Entre blasfemias corrí al cajón en el que guardábamos las tarjetitas, agarré un
puñado de estas, una pluma y tinta y me puse a escribir el nombre de cada té.
Después tuve que abrir cada bolsita para ver que té contenía en su interior y
colocarle su correspondiente tarjetita. Ya eran las cuatro
Corrí a por la cesta, el juego de té y las
pastas. Esperaba por mi bien que el cliente se retrasara un poco por la lluvia
y eso me aportara algo de tiempo. Acabé
de colocarlo todo, y tras esperar unos segundos decidí salir ya que me
extrañaba no ver todavía al cliente.
Afuera había dejado de llover. Nadas más
salir estuve a punto de chocar con un chico que se encontraba apoyado en la
pared. Era un chico rubio, seguramente unos años mayor que yo, que iba vestido
con el habitual traje de mayordomo, por lo que deduje que sería uno, aunque me
extrañara que estuviera él solo; el encargo era pesado y seguramente
necesitaría algo para transportarlo.
-
10 minutos tarde…
Me sobresalté al oír la voz del chico.
-
Lo siento,… tuve un problema y …
-
Henry, ¿todavía no está listo el pedido? – dijo una voz a mis
espaldas.
Al darme la vuelta vi un hermoso carruaje
aparcado delante de la tienda que no había visto. Me sentí estúpida por no
haberlo hecho. Era enorme y estaba decorado de la forma más exquisitamente
elegante que había visto hasta ahora. Sin duda ese señor debía tener muchísimo
dinero. Tenía la puerta abierta y deduje que de allí habría salido la voz,
aunque tampoco estaba muy segura ya que no distinguía bien que había dentro de
carruaje.
-
Lo siento… en seguida se lo traigo.
-
Déjalo, iré yo a por ello; con lo que has tardado antes seguramente
volverás a tardar otra eternidad para traerlo – dijo el mayordomo, al parecer
llamado Henry.
No podía creer lo que acababa de oír, ¿Qué había
tardado mucho? Me había levantado en mitad de la noche y había ido a la tienda
a hacer un pedido que, además de estar
fuera de horario, había hecho en un tiempo record. Había hecho todo eso para
que luego, ese maldito Henry, me dijera que no era lo suficientemente buena. No
pensaba tolerar aquello. Cuando iba a decirle a ese maleducado un par de cosas
la voz de Miss Monroe me interrumpió.
-
Aquí tiene su pedido. Con todo mi respeto no creo que se apropiado
hablar de tiempo ya que no es usted el más favorecido. Debería estar agradecido
de hayamos aceptado este encargo, ya que, a estas horas, no nos vemos obligadas
a ellos. Y si me disculpa y no tiene nada más que comprar, me gustaría que no
distrajera con cosas absurdas a mis empleadas ya que tenemos que cerrar. Buenas
noches caballeros, espero que disfruten de la compra.
Dicho esto desapareció de vuelta a la
tienda. A Henry no pareció agradarle el comentario, pero ahora tenía asuntos
más importantes entre manos, como la cesta que Miss Monroe acababa de
entregarle, como para molestarse en responder. Subió la cesta al carruaje y
después se dio la vuelta para mirarme.
-
A mi señor le ha agradado la compra, asique esperemos que la próxima
vez que hagamos un encargo seas más eficiente y rápida – dijo mientras subía a
la parte delantera del carruaje. Acto seguido desaparecieron en la noche.
Prepotente hasta el final, me dije mientras
entraba en la tienda.
Me dirigía a coger mi abrigo, cuando
Rosemary me llamó.
-
Constance, muchas gracias por haber venido esta noche. Es ya bastante
tarde y seguramente sea bastante peligroso volver sola a casa; asique he
pensado que puedes quedarte a dormir en la habitación de invitados. Como ya
sabes nuestra casa está justo encima de la tetería
-
Muchas gracias Rosemary, pero no sé si
ha Miss Monroe le agradará la idea.
-
¡Claro que sí! Ha sido ella misma quien me lo ha propuesto.
-
¿Enserio? Muchas gracias.
-
Es lo mínimo que podíamos hacer después de que hayas venido a este
encargo siendo tan tarde.
Rosemary y Miss Monroe vivían juntas. Tras
la muerte del marido de Miss Monroe, Rosemary no la quería dejar sola por si la
pudiera pasar algo.
Tras cerrar la tienda subimos a la casa de Miss Monroe y Rosmeri. Era
sencilla, debido a que a Miss Monroe le gustaban mucho las cosas poco
recargadas, y muy bonita. Tenía unos balcones precioso a los que se adquiría
mediante el salón, por lo cuales, durante el día, debía entrar una luz preciosa
que iluminaría todo el salón.
Rosemary me acompañó a la habitación de
invitados y me deseo las buenas noches. No tardé mucho en caer profundamente
dormida.
Aunque el día anterior no había parado de
llover, aquella mañana hacía un día espléndido. Tardé un poco en orientarme, y
al final caí que me encontraba en casa de Miss Monroe. Poco a poco me
desperecé. Me esperaba otro día de trabajo, y, quién sabe, puede que visitas de
mayordomos prepotentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario