miércoles, 5 de febrero de 2014

La tetería Salón de Thé

                                                      La Tetería  Salón de Thé
    Una brisa gélida me helaba la sangre. Un silencio sepulcral reinaba en el ambiente y una gran oscuridad lo invadía todo. Las calles, frías y tenebrosas, daban la sensación de estar muertas, y el viento y la lluvia chocaban contra mi impidiéndome avanzar con rapidez. La luz de las farolas tintineaba debido al viento, creando sombras terroríficas e inhumanas. Me arrebujé lo más que pude en el abrigo y aceleré el paso. Tenía que darme prisa, ya no solo porque si no Miss Monroe se enfadaría conmigo, sino por mi propia seguridad.
    Doble la calle rápidamente pensando en mis cosas cuando me choqué con un guardia que hacía su ronda de noche, que no había visto. Al principio, al no identificar contra qué o quién había chocado, lo asocié con un ladrón de malvados planes, debido a mi ferviente imaginación, aunque, también hay que aclarara, el panorama no ayudaba. Poco a poco me fui tranquilizando al divisar un gorro (bearskin) negro del cual salían algunas plumas, y una casaca roja.
-          Disculpe señor, no le había visto.
-          Debería regresar a casa, es peligroso andar sola a estas horas de la noche.
-          Gracias señor, lo tendré en cuenta.
    No era la mejor forma de despachar a una persona, y menos cuando esta estaba intentando ayudarte, pero tenía que llegar a mi objetivo y se me acababa el tiempo. Proseguí mi camino, ya solo quedaba cruzar la calle, doblar la esquina y… La tetería Salón de Thé se alzaba imponente frente a mí. Aunque era ya bien entrada la noche, sus vivos colores hacían que resaltara e iluminara la calle. Un enorme cartel descansaba sobre la parte superior del cristal, y en él se anunciaban rebajas y ofertas de diversos tés. A través del cristal podía verse enormes anaqueles que llegaban hasta el techo, en los en cada compartimento había una cajita que contenía cada té. El cartel con el nombre de la tienda, , se hallaba decorado con diferentes plantas por las cuales se obtenía té, y resaltaba por su variedad de colores. Aún así lo que más destacaba de la tienda es que todas sus luces estaban encendidas, como si todavía no hubiera llegado la hora de cerrar, pese a la hora que era.
    Llamé con el aldabón a la puerta y salió a recibirme Rosemary, la hija de Miss Monroe.
    Al entrar me sacudí el abrigo mientras una oleada de olores me invadía. Llevaba  varios años trabajando en la tienda, y aún así no era capaz de reconocer cada uno de los olores. Justamente me estaba centrando en averiguar de dónde provenía un exótico olor cuando…
-          ¡Constance! ¿Qué haces ahí parada? Muchacha inútil… ¡cierra la puerta y ponte a trabajar enseguida!
    Al oír la estridente voz de Miss Monroe, el momento mágico se rompió. Se encontraba detrás de un armario intentando trasladar una caja casi más grande que ella. Miss Monroe era una agradable viejecita que, por lo general, solía tener un carácter tranquilo y deferente, a excepción de cuando alguien hacía un pedido enorme y poco habitual; entonces se convertía en un general al que era mejor no llevar la contraria y obedecer sin rechistar, de lo contrario podía meterte en serio problemas.
-          Lo siento Miss Monroe, pero son las tres de la mañana, ¿qué es eso tan importante por lo que me ha hecho llamar?
-          Limítate a hacer tu trabajo.
    ¿Acaso esta mujer estaba loca? ¿Qué era tan importante como para hacerme ir a las tres de la mañana? Pensé mientras me quitaba el abrigo y me recogía el cabello.
-          Constance espabila. Necesito que prepares bolsitas del modelo cuatro de 2 onzas de los siguientes tés:… – Se puso a enumerar casi todos los tés que había en la tienda - Haz dos bolsitas de cada té, el cliente dice que lo prefiere así. También añádele dos cajas de pastelitos suizos, otra de chocolates belgas  y unas pastas de almendra, además de un juego de té del número dos. Mételo todo en una caja cesta y ponle un lazo negro con su respectiva tarjeta…
-          Pero Miss Monroe, esas son muchísimas bolsitas… No sería mejor hacerlo mañana…
-          Deja de quejarte y ponte a trabajar. En una hora vendrán a recogerlo.
-          ¿En una hora? Pero Miss Monroe eso es imposible… No me va a dar tiempo…
-          A trabajar ahora miso o estas despedida. Si no hubieras tardado tanto en venir tendrías más tiempo.
    Una hora… No podría acabarlo en ese tiempo. En preparar el juego de té y los pasteles no tardaría demasiado, pero en hacer las bolsitas de té… Eso era otra cosa. Además el cliente, no solo había decidido comprar las bolsitas más caras, sino las más difíciles de preparar.
    Cogí la escalera y me puse a trabajar, aunque me extrañaba el pedido; no había ninguna festividad o evento importante cerca y no se solía comprar tal cantidad de tés a menos que se llevara a cabo algunas de estas actividades. Decidí no darle muchas vueltas y empecé a subir por la escalera para agarrar las bolsitas que, parta mi mala suerte, estaban en la última repisa de la estantería. Como no había demasiado tiempo para ir eligiendo las bolsitas, directamente cogí la caja entera y me la bajé, ya que así me sería mucho más fácil trabajar con estas. Acto seguido cogí todos los lazos de colores que pude encontrar y me puse a colocarlos cada uno al lado de su respectiva bolsita. Tenía que hacer muchísimas bolsitas; según el número de tés que me había dado Miss Monroe, ya que tenía que hacer el doble, tenía que hacer 40 bolsitas.
   Moví la escalera y empecé a recorrer las diferentes baldas en busca de los tés que me habían encargado. Eran tés muy diferentes entre sí, por lo que tuve que subir, bajar y mover muchas  veces la escalera. Cuando por fin hube acabado de coger las cajitas con los tés, los fui midiendo en una báscula y colocando cada uno en una aterciopelada bolsita que cerraba con un lazo. Justo cuando estaba a punto de terminar recordé las dichosas tarjetitas. Estas bolsitas eran todas iguales y opacas, por lo tanto a través de ellas no podías identificar qué tipo de té se trataba. Normalmente no era necesario añadirle una etiqueta ya que la gente compraba un tipo de té o dos, pero en este caso, debido a la gran variedad, era necesario añadirle una. Miré el reloj y para mi desesperación solo faltaban diez minutos para las cuatro. ¡No me daría tiempo! Entre blasfemias corrí al cajón en el que guardábamos las tarjetitas, agarré un puñado de estas, una pluma y tinta y me puse a escribir el nombre de cada té. Después tuve que abrir cada bolsita para ver que té contenía en su interior y colocarle su correspondiente tarjetita. Ya eran las cuatro
    Corrí a por la cesta, el juego de té y las pastas. Esperaba por mi bien que el cliente se retrasara un poco por la lluvia y eso me aportara algo de tiempo.  Acabé de colocarlo todo, y tras esperar unos segundos decidí salir ya que me extrañaba no ver todavía al cliente.    
    Afuera había dejado de llover. Nadas más salir estuve a punto de chocar con un chico que se encontraba apoyado en la pared. Era un chico rubio, seguramente unos años mayor que yo, que iba vestido con el habitual traje de mayordomo, por lo que deduje que sería uno, aunque me extrañara que estuviera él solo; el encargo era pesado y seguramente necesitaría algo para transportarlo.
-          10 minutos tarde…
    Me sobresalté al oír la voz del chico.
-          Lo siento,… tuve un problema y …
-          Henry, ¿todavía no está listo el pedido? – dijo una voz a mis espaldas.
    Al darme la vuelta vi un hermoso carruaje aparcado delante de la tienda que no había visto. Me sentí estúpida por no haberlo hecho. Era enorme y estaba decorado de la forma más exquisitamente elegante que había visto hasta ahora. Sin duda ese señor debía tener muchísimo dinero. Tenía la puerta abierta y deduje que de allí habría salido la voz, aunque tampoco estaba muy segura ya que no distinguía bien que había dentro de carruaje.
-          Lo siento… en seguida se lo traigo.
-          Déjalo, iré yo a por ello; con lo que has tardado antes seguramente volverás a tardar otra eternidad para traerlo – dijo el mayordomo, al parecer llamado Henry.
    No podía creer lo que acababa de oír, ¿Qué había tardado mucho? Me había levantado en mitad de la noche y había ido a la tienda a hacer  un pedido que, además de estar fuera de horario, había hecho en un tiempo record. Había hecho todo eso para que luego, ese maldito Henry, me dijera que no era lo suficientemente buena. No pensaba tolerar aquello. Cuando iba a decirle a ese maleducado un par de cosas la voz de Miss Monroe me interrumpió.

-          Aquí tiene su pedido. Con todo mi respeto no creo que se apropiado hablar de tiempo ya que no es usted el más favorecido. Debería estar agradecido de hayamos aceptado este encargo, ya que, a estas horas, no nos vemos obligadas a ellos. Y si me disculpa y no tiene nada más que comprar, me gustaría que no distrajera con cosas absurdas a mis empleadas ya que tenemos que cerrar. Buenas noches caballeros, espero que disfruten de la compra.
    Dicho esto desapareció de vuelta a la tienda. A Henry no pareció agradarle el comentario, pero ahora tenía asuntos más importantes entre manos, como la cesta que Miss Monroe acababa de entregarle, como para molestarse en responder. Subió la cesta al carruaje y después se dio la vuelta para mirarme.
-          A mi señor le ha agradado la compra, asique esperemos que la próxima vez que hagamos un encargo seas más eficiente y rápida – dijo mientras subía a la parte delantera del carruaje. Acto seguido desaparecieron en la noche.
    Prepotente hasta el final, me dije mientras entraba en la tienda.
    Me dirigía a coger mi abrigo, cuando Rosemary me llamó.
-          Constance, muchas gracias por haber venido esta noche. Es ya bastante tarde y seguramente sea bastante peligroso volver sola a casa; asique he pensado que puedes quedarte a dormir en la habitación de invitados. Como ya sabes nuestra casa está justo encima de la tetería
-          Muchas gracias Rosemary, pero no sé si  ha Miss Monroe le agradará la idea.
-          ¡Claro que sí! Ha sido ella misma quien me lo ha propuesto.
-          ¿Enserio? Muchas gracias.
-          Es lo mínimo que podíamos hacer después de que hayas venido a este encargo siendo tan tarde.
    Rosemary y Miss Monroe vivían juntas. Tras la muerte del marido de Miss  Monroe,  Rosemary no la quería dejar sola por si la pudiera pasar algo.
  Tras cerrar la tienda subimos a la casa de Miss Monroe y Rosmeri. Era sencilla, debido a que a Miss Monroe le gustaban mucho las cosas poco recargadas, y muy bonita. Tenía unos balcones precioso a los que se adquiría mediante el salón, por lo cuales, durante el día, debía entrar una luz preciosa que iluminaría todo el salón. 
    Rosemary me acompañó a la habitación de invitados y me deseo las buenas noches. No tardé mucho en caer profundamente dormida.


    Aunque el día anterior no había parado de llover, aquella mañana hacía un día espléndido. Tardé un poco en orientarme, y al final caí que me encontraba en casa de Miss Monroe. Poco a poco me desperecé. Me esperaba otro día de trabajo, y, quién sabe, puede que visitas de mayordomos prepotentes.

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